TOREÓ CON ÉXITO EL
DÍA DE SU PRIMERA COMUNIÓN
De siempre las aficiones de los padres y
abuelos por determinados espectáculos, han procurado pasarlos a sus
descendientes.
Este es el caso de Pablo Mata, un prestigioso empresario de La Carlota, quien,
además de persona entrañable, es un excelente aficionado a la fiesta de los
toros. Este buen hombre, ha conseguido
pasar esta pasión por la Fiesta a sus hijos y ahora está empeñado que sus
nietos entiendan y amen este espectáculo sin igual. Y vaya si lo ha conseguido.
Su nieto Pablo asiste a la escuela taurina
de la Aldea Quintana dirigida por el
aficionado práctico Diego Martínez, que hace unos años participó con éxito en
las novilladas del inolvidable Centro de Promoción Taurina Manolete de nuestra
capital.
Pues bien, el pequeño Pablo es alumno
aventajado y hoy, con motivo de su Primera Comunión, ha tenido la oportunidad
de demostrarlo. Para que no olvidara nunca esta fecha, su abuelo con la
colaboración del mencionado Diego y de Juan Plata, le ha montado un festejo
taurino a su medida.
El chico ha lucido un traje corto de
categoría para enfrentarse por primera vez a una res brava. Como testigos un
público entusiasta compuesto por cerca de doscientos cincuenta invitados que
han compartido un espléndido almuerzo con la familia para celebrar esta inolvidable
efemérides.
Pablo, al que vistió detalladamente Juanito
Plata, hizo el paseíllo, a los sones del pasodoble Manolete, acompañado de sus primos y amigos. Mucha
expectación en la improvisada plaza y muchos nervios en el muchacho. La ocasión
lo requería, pues iba a demostrar ante un público “exigente” todo lo aprendido
en la escuela.
Suena el clarín y aparece una becerrita
preciosa a la que para y somete Diego Martínez. Con la confianza ya asegurada,
sale del burladero Pablo con su capotillo
y le enjareta unas verónicas ( al paso, eso sí) con mucha enjundia. La
cosa funciona y de momento esto va saliendo bien.
Toma la muleta y brinda a su abuelo Pablo,
al que se le caía la baba de ver a su nieto, de nueve años, hacer lo que a él,
de siempre, le hubiera gustado : torear.
El chico se dirige a la “fiera” paso a
paso, lentamente, citándola y llamándola con la voz. La becerrita acude y con
muñeca y cintura la templa y la manda. Tres derechazos de buena factura. Se
retira, la cita otra vez y le endilga cinco naturales que levantaron una gran ovación. La faena
estaba hecha. Pablo había cumplido el sueño de su abuelo y el de él mismo. Ahí
queda eso, se dijo, plegó la muleta en su brazo, y con paso ceremonioso se
refugió en el burladero.
Otros chavales salieron a torear y aún tuvo
Pablo arrestos para hacerlo otra vez al alimón. La becerrita, que era un cañón,
no se cansaba de embestir y, por tanto, todos se divirtieron.
Cuando el animal volvió al chiquero, un
grupo de enfervorizados seguidores de Pablo lo sacaron de la plaza a hombros.
La historia estaba escrita.
Esta noche, cuando el chico se acueste,
soñará con este día inolvidable. Por la mañana su Primera Comunión y a la caída
de la tarde su debut ante una res brava. Lo justo para sentirse satisfecho y
feliz.- L.R.G.

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